miércoles, 14 de marzo de 2007

Un extraño acuerdo

León, el profesional


Mathilda (Natalie Portman), una niña de doce años, pertenece a una rancia familia neoyorquina que la ignora por completo, y cuyo padre, entre otras cosas, proporciona drogas a unos clientes. Entre éstos se encuentra Stansfield (Gary Oldman), con una forma de ser de auténtico loco. Un día, Stansfield y sus cómplices, y como respuesta a una entrega que el padre les debería haber hecho, entrarán en su apartamento y matarán despiadadamente a toda la familia menos a Mathilda. Ella, que había salido a comprar comida, sobrevive alojándose en el apartamento de su vecino, León. Pronto descubre el oficio de éste: es un frío, calculador y eficaz asesino a sueldo. Poco a poco irá entablándose una original relación, pues, al tiempo que él enseñará a la muchacha a utilizar las armas y otras artes del oficio, ella procurará instruirle en la lectura y escritura.

Luc Besson, director francés, logra una película relativamente atípica que no deja de emocionar. No se limita a contarnos una historia de acción, como fácilmente podría haber ocurrido si se hubiera tratado de un mero producto hollywoodiense, sino que pretende transmitirnos una serie de ideas y dudas no fáciles de contestar.

Por un lado, el sentido de la venganza, porque, visto fuera de contexto, lo que aquí vemos es una niña con deseos de tomarse la justicia por su mano —recordemos la escena en que va cargada de explosivos a la comisaría—. Durante todo el filme, así, el espectador anhela ver cómo muere Gary Oldman, cómo Natalie Portman consigue su objetivo. No resulta, analizado de esta manera, una visión muy ética del asunto. Parece que Besson quiere mostrarnos que la venganza nunca termina triunfando de modo absoluto, y por eso la historia, aunque no del todo mal, no culmina con el clásico final feliz.
Y por otro lado, se encuentra la muy trabajada por los guionistas (y, sobre todo, actores) trama entre Jean Reno y Natalie Portman, un analfabeto que desconoce el amor y su sentido (sólo lo aplica, e indirectamente, a su insustituible y mimada planta), y una muchacha que no tiene nada que perder, pero con un horizonte abierto a la auténtica vida, de la que se había visto privada con su difunta familia. Es una bella historia de amor en la que, a través del conocimiento mutuo, ambos protagonistas se descubrirán a sí mismos, se ayudarán y, lo más importante de todo, mejorarán como personas. El amor de Jean Reno se asemeja al de un padre con su hija, y gracias a eso se reconoce como asesino, como injusto justiciero. El momento definitivo, y más representativo de esto, se nos muestra al final, con su muerte “por Mathilda”. Ésta, en cambio, sí que quiere querer a León como a un novio, como alguien a quien puede confiar su vida, sus intenciones y sus pensamientos. Lo consigue, pero no exactamente por la vía que al principio deseaba. Su peligroso compañero terminará siendo para ella una especie de amigo de inestimable valor que cumplirá la función, sin pretenderlo, de padre.
En cuanto a los aspectos técnicos, las actuaciones de los protagonistas reflejan un tremendo realismo, sobre todo la de Natalie Portman, que, con doce escasos años, se ponía por primera vez ante las cámaras para interpretar un papel conflictivo y duro. Jean Reno y Gary Oldman, a mi juicio, también bordan sus personajes. Los tres logran recrear unas personalidades profundas, que pocas veces se ven en el cine actual.
Por último, cabe resaltar los buenos resultados de los decorados de Nueva York y la bastante aceptable banda sonora de Eric Serra, así como el vestuario -inolvidables, por ejemplo, las excéntricas vestimentas de Jean Reno-.



lunes, 5 de marzo de 2007

Por las calles de Los Ángeles

Collateral

Un taxista de Los Ángeles, Max (Jamie Foxx), vive sus largas noches al volante monologando con sus clientes y exponiéndoles su deseo de montar un comercio de coches de lujo en una isla paradisíaca. Sus sueños deberán interrumpirse con la llegada de Vincent (Tom Cruise), un frío y en extremo calculador asesino a sueldo que obliga a Max a llevarle al paradero de las próximas víctimas. El conflicto entre el peligro de morir si se opone a llevar al asesino por las calles de Los Ángeles y las muertes de las personas que él mismo permite, exigen al protagonista tomar una urgente decisión, por arriesgada que sea.

En la actualidad, las propuestas cinematográficas del género de acción son muchas, pero, ciertamente, tienden a la superficialidad efectista. Collateral constituye una excepción en ese sentido, porque, si bien en varios momentos de la historia hay un aprovechamiento de los modernos efectos especiales para lograr el impacto visual y sonoro, se resalta por encima de todo la compleja e interesante relación entre Foxx y Cruise, entre el bueno y el malo, muy bien caracterizada por dos grandes intérpretes. El director, Michael Mann, mezcla con maestría y realismo la repulsiva indiferencia de un acabado asesino y la conducta de un buen hombre que no busca problemas.

Cruise encarna por una vez el papel de malo de la película. Lo hace con eficacia. El espectador cree verdaderamente que es una temible máquina de matar. En cuanto a Foxx, su actuación es interesante, a medio camino entre la debilidad y la valentía.

La segunda baza de Collateral, bastante atípica también en este género, es el imprevisible transcurso de los acontecimientos, logrando así mantener en el espectador una tensión inusual y atractiva al mismo tiempo. La película es ciertamente larga, pero no se hace pesada. Los minutos transcurren llenos de un suspense que no quita humanidad a los protagonistas.
Mann rodó íntegramente la película de noche: conocía la ciudad mejor que ningún otro director americano. De ahí que la fotografía nos llame continuamente la atención. La banda sonora del experimentado J. N. Howard, asimismo, ayuda a introducirnos en una noche que roza la ilusión.



sábado, 3 de marzo de 2007

Un engendro con un alma especial

Eduardo Manostijeras


La paz de una idílica aldea se ve alterada cuando una de sus vecinas, Peg (Dianne West), recoge a Edward (Johnny Depp) de un abandonado castillo del lugar. Edward es un muchacho solitario, tímido y con una peculiaridad: en lugar de manos humanas, posee unas largas y afiladas cuchillas que el joven emplea como tijeras. Su llegada al pueblo conmocionará a todos sus habitantes.

Por primera vez juntos en un largometraje, Tim Burton y Johnny Depp nos presentan aquí una historia tremendamente emotiva y, cómo no, fascinante. La puesta en escena y los personajes están rodeados de un halo lírico muy característico del cine de Burton, acompañados en los momentos precisos por la genial partitura de Danny Elfman.

Burton dirige unas interpretaciones sencillas, y logra plantear el argumento, ciertamente extravagante, de modo cercano. Maneja unos personajes en buena medida planos e incluso carentes de interés, pero lo sabe y se aprovecha de ello para introducir a Edward con sus singularidades. Depp lo encarna con una actuación muy personal, y consigue que el monstruo nos resulte humano. Será él quien rompa con la rutina del pueblo y ayude a los protagonistas a recuperar valores esenciales en el hombre, como la amistad y el amor.

La analogía de esta historia con el cuento de Frankestein es indudable. Hay también algunos paralelismos con el cuento de La bella y la bestia. La película tiene un deje fantástico y delicado que el espectador siempre encuentra agradable. Son muchos los puntos a su favor: la torpeza e ingenuidad de Edward, la necesidad de auxilio de la bella Winona Ryder, el cariño de Peg. Eduardo Manostijeras sólo pretende imbuirnos en una deliciosa fábula que nos hace volver a una visión afable y espontánea de la vida. Por medio de la entrañable figura de Edward, Burton quiere que ahondemos en nosotros mismos para sacar lo positivo que tenemos y entregárselo, así, a los demás.



Guillermo

viernes, 2 de marzo de 2007

Comenzamos con un grande

Comenzamos este blog con un grande del cine español, del que algunos dicen que es el mejor de nuestros directores: Victor Erice. Este es uno de sus cortos: "Alumbramiento", del año 2002.

Que lo disfruteis.



Rubén